jueves, 11 de diciembre de 2008
Belleza colosal
- Mira, observa el paraíso a tu alrededor.- dijo mientras describía una parábola en el aire con su brazo desde su cuerpo hacia el cielo, como si lo cubriese todo con un manto de irreal genialidad.
Yo fruncía el ceño en un esfuerzo por adivinar su visión.
- ¿Aún no lo logras? Tal vez estes centrándote en un punto sin importancia, en las trampas superfluas de la vida. Cierra los ojos y no los abras hasta que empieces a percibirlo.
Cerré los ojos.
Cuando empezaba a creer que no podría ver más allá de la oscuridad se me presentó la imagen de ese brazo hipnotizador de antes, repitiendo ese movimiento una y otra vez como evidenciando la respuesta que necesitaba.
Tuvo que repetirse esa imagen mental unas diez veces para que en una onceava vez empezase a intuir lo indemostrable.
Abrí los ojos, todo parecía igual, pero a cada pestañeo que ejecutaba los colores mortecinos de la realidad se tornaban más intensos y vehementes. Los detalles minúsculos comenzaban a hacerse visibles en la monotonía.
Los trazos de belleza se iban sumando hasta que mis ojos no pudieron contenerla y mis lágrimas brotaron por mi rostro como lo hacen los fuegos artificiales en el cielo en una noche callada.
Mi emoción era insoportable. Parecía encontrarme subida en una montaña rusa en la que no veía el final.
Finalmente perdí el conocimiento.
- ¡Dígame, por favor! ¿Cree que me estoy volviendo loca?
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