Una luz necesito,
lo justo para saber que existo,
aunque a la distancia adecuada
para no sentirme incómoda,
a la distancia exacta que me hace acordarme de ti,
buscándote en tus idas y venidas
y tus juegos de observación.
Un juego peligroso del que nacen cosas sin control,
fuera de la realidad o quizás de lo que puede ser escrito.
La existencia es tan difícil de describir.
Porque si cierro los ojos y no me muevo
todo a mi alrededor sigue existiendo.
Mi existencia era bien distinta…
Un día cambió,
alguien me dijo,
no construyas,
¡¡escribe!!
y ahora solo siento que cada palabra que reflejo
está destinada al suicidio.
Me imagino una fila de palabras
esperando su momento
para aventurarse al vacío.
Poseer un mundo de palabras que se suicidan
es bien triste.
Aunque no más triste que un mundo de palabras
que no encuentran su lugar.
Antes me lo hacías encontrar,
o buscabas palabras compañeras
para mis palabras solitarias ansiosas de compañía.
En un anfitiatro escondido entre la naturaleza
ha sido la última función,
jamás esperada en ese modo,
pero perfecto,
como siempre.
Sin sentido,
mis palabras se despiden
luchando por vivir,
luchando porque tú les des sentido.