viernes, 30 de octubre de 2009

Glacial


Todo tiene su explicación, no se nace como se es un determinado momento...

Lo que ocurrió mientras vivía no necesita mención. Un día empece a morir...

Hubo unas heladas muy fuertes ese invierno, que lo pintaron todo de gris, ya no recuerdo cuanto tiempo hace de eso, pero desde entonces no he vuelto a ver el sol. Creo que lo que más me dolio es que el tiempo siguiese su camino alejándome cada vez más de la luz que calentaba mi ser, sin poder llevarme a alguien de la mano que me susurrase que siempre estaría ahí cuando ya, por fin, dejase de ver.

Ahora ese dolor ya está enterrado bajo siete llaves en el fondo del oceáno.

Mi alma ha dejado de desgarrarse, ya estoy sola, y se que mi existencia se reducirá a vagar por este desierto en la noche infinita.

En ocasiones veo espejismos y mi cara se ilumina, no puedo dejar de creer que puedo alcanzarlos y vivir esa otra realidad, pero a penas estoy llegando el aire que viene conmigo se me adelanta y lo destruye todo en remolinos tempestuosos que finalmente se evaporan y solo dejan ante mi el imposible horizonte.

A veces tengo frío, tanto frío que sin querer congelo lo que toco y lloro y mis lágrimas también se congelan y me arañan el rostro mientras se van. Sentir la piel herida palpitar me da esperanzas ya que la sangre es lo único que no se deja teñir de sombras.

Busco desesperadamente disfrutar de esos segundos de luz aunque ahora suponga sacrificarlo todo quizás y trato de invocarlos de la manera en que puedan aparecer, aunque alguien yazca ante ella, ante ese foco intenso de energía, es igual matar en sueños, porque nadie muere, ni siente, ni le mojan mis lágrimas, ni me recuerdan, ni existen...